Los
analfabetas
Por Andrés
Sánchez
Aparece el estudio PIRLS (Progress in International Reading Literacy Study) del
año 2011. Entre 49 países, Colombia (el único país latinoamericano
que se presenta a ese estudio junto a Honduras) está en un nivel lamentable. En
datos crudos: sólo uno de cada cien estudiantes de secundaria colombianos
puede leer un texto literario, por ejemplo, e interpretar la historia para dar
un argumento subyacente en la trama. Sólo uno de cada cien estudiantes de
secundaria colombianos puede leer gráficas e interpretar información. De los 99
restantes, 34 (un tercio de todos los estudiantes de secundaria en
Colombia) se limita a localizar un dato explícito que aparece al principio de
un texto. No podrían, ni siquiera, encontrar partes de un texto utilizando
subtítulos o cuadros de texto, o interpretar y explicar la motivación de un
personaje en un cuento medianamente complejo. La conclusión es sencilla: se
está criando en el sistema educativo, en especial en la escuela primaria y
secundaria, una generación de analfabetas.
Es muy
diciente del olvido que se da en Colombia a la educación el hecho de que la
noticia no la sepamos de primera mano por los medios nacionales, sino porque el
periódico francésLibération titula "Colombia: llevada al analfabetismo" y Caracol Radio hace eco de ello, enfatizando en el medio y no en el mensaje. En
países como Israel o Brasil, resultados así pararían las prensas y obligarían a
los responsables de la educación nacional a rendir cuentas. Aquí no pasa nada.
No veo a la Ministra de Educación ni a FECODE, mucho menos a la MANE,
pronunciándose al respecto. Si acaso, algunos educadores privados (más en
aras de publicidad) pidiendo movimientos para una educación de calidad.
Como
profesor, me duele leer esos resultados, y me obliga a preguntarme sobre las
causas. Los estudiantes, por lo general, saben comunicarse (de otro modo no se
la pasarían tocando las pantallas de sus teléfonos móviles y en las redes
sociales) pero no saben leer y escribir más allá de los límites que imponen
Facebook, Twitter, WhatsApp y BlackBerry Messenger. No nos hemos molestado
en saber por qué no se pueden comunicar adecuadamente en entornos complejos de
lectura y escritura (no importa el estrato socioeconómico, no importa los
ceros que tenga la pensión mensual: el problema está extendido) y se reducen a
escribir como hablan, sin molestarse en reflexionar el contenido. Mientras
tanto, un grupo (la MANE) cooptó la representación del gremio estudiantil (así
como FECODE lo hizo con los docentes) y es el encargado, según la opinión
pública, de la voz de los que en teoría son los más interesados: los que
reciben el conocimiento. Tenemos vacaciones larguísimas -la mitad del año no se
estudia, y se estudia poco; además, como dice el vallenato de Jorge Oñate:
"Y tú bien sabes que cuando llueve nunca hay clase en el colegio"-
mientras que otros países, incluso de Latinoamérica, estudian muchos más días
que en Colombia.
Los
profesores, por otro lado, no se atreven a preguntarse por lo que quieren leer
los estudiantes. Siempre he creído que una herramienta pedagógica maravillosa
es jugar el juego de los estudiantes y meterles contenido fuerte a partir de
sus gustos: ¿les gusta Twilight? Pues lean a Bram Stoker y los riquísimos
antecedentes de vampiros. ¿Los juegos del hambre? El mito de Teseo. ¿Dónde
están los profesores de literatura motivando -esa es la labor del profesor de
literatura, motivar- a sus estudiantes para que lean? En vez de eso,
muchos profesores se reducen a repetir un currículo mohoso, que pide leer elUlysses de
Joyce (posiblemente una de las obras más complejas de la literatura) en una
semana, incluyendo el monólogo interior de Molly Bloom de un día para
otro.
Además, los stakeholders del
sistema educativo se despreocupan de todo lo que no les de un interés directo.
¿Le preocupa a las cabezas de los sindicatos de la educación -que muy
seguramente tienen a sus hijos en costosos colegios privados- algo distinto a
los aumentos y las primas? ¿A los dueños de los colegios privados les preocupa
mantener Proyectos Educativos Institucionales serios, que busquen algo más que
la adulación de las teorías de su dueño/rector o pasar a todos los estudiantes
así no levanten el esfero una sola vez en el semestre? ¿Dónde están los
partidos políticos proponiendo políticas y lineamientos serios? ¿Y las
universidades, preocupadas por mantener los fondos y no por proponer
conocimiento (y esto no es culpa exclusiva del neoliberalismo: hay más factores
que la billetera)? ¿Y los padres, desentendidos enviando a niñeras y conductores
a recibir las notas o preocupados por los tubos de escarcha?
Es hora de
hacerle una cirugía reconstructiva al sistema educativo colombiano. De
plantearse de una buena vez qué quiere la educación pública y raparle a
FECODE el feudo en el que han convertido la educación oficial. De borrar ese
triste diagnóstico que dio hace un mes y medio Yolanda Reyes: "...el colegio indica, con escaso margen
de error, no solo quién es quién, sino quiénes serán sus hijos en este
país". Deacabar, de una buena vez, los colegios y universidades
convertidos en alcancías para sus dueños. De establecer diálogos de verdad, sin
ningún tipo de sesgo político o ideológico, entre todos los interesados en la
educación nacional. Países como Australia, Malasia, India y Ruanda han planeado
su futuro. Australia, por ejemplo, convocó en 2008 a los partidos, a los
distintos actores de la sociedad y de la cultura, para dar una visión
estratégica de lo que debe ser la isla-continente en el 2020. En Colombia
los planes, sean nacionales, departamentales, distritales o municipales, duran
lo que dura la administración. Aquí importa más el partido político que la
visión a futuro. Y así no podremos, jamás, dejar de ser el país subdesarrollado
que somos. Así nos acepten en la OCDE, la APEC o inserte sigla de organización
multilateral aquí, no dejaremos de ser un país subdesarrollado si no
ponemos como prioridad la educación primaria y secundaria, sin importar
los lineamientos del político de turno. Mientras tanto, nos miramos el ombligo
y pensamos que tenemos excelentes universidades (si hay una universidad en el
top 500 a nivel mundial, no hay dos) y colegios, cuando estamos -como bien
reveló Andrés Oppenheimer en su excelente ¡Basta de historias! (Bogotá:
Debate, 2012)- en una situación desoladora (mejor que países que
pusieron la ideología sobre la pedagogía, como Venezuela o Argentina). Los
mitos son eso: la "Atenas sudamericana", el mejor español del mundo.
Esa es una encrucijada real: no la de los diálogos de paz o la de escoger entre
uno y otro líder político. Es decidir el futuro de un país.